Balada del Desierto
Vladimir Lugovskoy
Hace mucho tiempo...
Viajando las fronteras de Shirame lejos, --
Tres soldados, contra veinte enemigos, --
Persiguiendo en el desersieto los banditos.
Desvanecerse en las arenas sin sonido.
Perseguir -- eso está su deber y honor.
Al meurto del seco, tres atrevidos enviados.
Dos dias ninguna información de ellos,
Me fui la fuerza para ayudar los heroes.
Ahí cada dia los médanos rodeandos,
Como ollas en mares silenciosos y creciendo.
Permaneciendo la luz del calor ondulando
Con azul y amarilla la plaza vidriosa.
El sol todavía siguiendo alzando,
Escupiendo del feugo el palo acercando, quemando.
En las orejas cansadas ruido escuchando,
Los ojos grandes, los rostros rugosos.
Anhelando las gotas de agua,
Emborrachar una copa de agua!
Retorciendo en el polvo la broza seca.
Sin agua, sin vista, sin gente, sin fin.
Sin nube, sin viento, sin sonido.
La broza torcida, y los heusos de camellos,
Sí, mi corazón y profundamente palpitante pulsos.
El sol todavía siguiendo alzando,
Nuestras espías en las arenas pereciendo.
Ni disparo, ni sonido. La Muerte. El Silencio.
Médanos y médanos, uno después de otro.
Lentemente las sillas apretadamente chirriando.
Creciendo infinito los muros del cielo.
Caballos y armas, calientes como carbones.
Codos flojos, calor sofocante.
En labios secos las palabras mueren.
Sin bestia, sin pájaro, sin ombra, sin sonido.
El sol todavía siguiendo alzando,
Muy poco aliento, aterrizando.
Sobre la senda, serpiente arrastrando.
Cascos pasando, pasando cascos.
La terra hundida, bruñida, enormamente cresca,
La terra alzando, eternamente tumbada.
De verdad, todo poder humano
hundirse, sin gente la arena vence,
Siglos y siglos son ondulados
El desierto gris, un mar de médanos?
El sol todavía siguiendo alzando,
Por la Muerte el Tiempo parado.
La gente callen, los caballos errantes.
Enviamos ayuda para nuestros heroes amigos,
Nuestros dientes secos severamente apretados,
Al norte, al frio Chuli lejos.
Estaban dos hombres, permanciendo boquiabiertos,
Sus ojos al cielo y vidriosos.
Las ondas siguiendo creciendo sobre ellos
Sin orilla, frontera, sin fin, sin límite.
El sol todavía siguiendo alzando.
Espadas nuestras hermanos tumbas excavando.
Adios! La corta descarga escuchando.
Tres veces alzando las armas bocas,
Nuestro comandante sobre las ramas de la broza
Ató en nudos el calicó carmesí.
Quitamos silla y arnés de los cabellos muertos,
Mas caliente que una arma, no en terra humida,
Tumbados honrados los soldados desiertos.
Durante tres horas escuchamos:
Arrastrando y disparando a todos
Delirantes del calor, todavia al frente,
Al fin del mundo.
Las petacas nos dan nueva vida,
Del sol, sobre la tienda de campaña,
Lejos, el maldito calor teniendo.
Persiguiendo los enemigos...saliva no bastante,
El sol todavía siguiendo alzando.
De repente, una águila del mar -- nadando!
Girando, girando
Todavía bajando
Sobre cavernas rojas y ondulosos médanos
Todos más despacio con su vuelo pesado.
Nos leventamos, mirando con ojos secos
El agreste guarido del desierto negro.
Semejante a un horno gran abierto.
En un hueco arenoso,
Para el viento lavado,
Como hierba marrón cortada, echados,
Tumbados, torcidos, los cuerpos de los banditos.
Luz sobre el desierto era malísimo cortante.
La muerte la gusta, solamente,
Ella tomó la venganza
para nuestros camaradas
Pero no lo damos,
Asesino silencioso.
Desierto! Desierto!
Maldito sea tu hordas de rayos ardientes!
El nuestro poder contra la fuerza del desierto.
Los soldados callados rodeando,
El sol todavía siguiendo alzando...
Era joven.
Hace mucho tiempo.
Había acabado por el curso del canal mi historia
Esa tarde oí muchas historias.
La brigada de topógrafos pasó la noche,
En el punto donde el agua chispeó.
1952
traducido por Jerome Raymond Kraus (2008)
© Copyright Jerome Raymond Kraus (2008)
Vladimir Lugovskoy
Hace mucho tiempo...
Viajando las fronteras de Shirame lejos, --
Tres soldados, contra veinte enemigos, --
Persiguiendo en el desersieto los banditos.
Desvanecerse en las arenas sin sonido.
Perseguir -- eso está su deber y honor.
Al meurto del seco, tres atrevidos enviados.
Dos dias ninguna información de ellos,
Me fui la fuerza para ayudar los heroes.
Ahí cada dia los médanos rodeandos,
Como ollas en mares silenciosos y creciendo.
Permaneciendo la luz del calor ondulando
Con azul y amarilla la plaza vidriosa.
El sol todavía siguiendo alzando,
Escupiendo del feugo el palo acercando, quemando.
En las orejas cansadas ruido escuchando,
Los ojos grandes, los rostros rugosos.
Anhelando las gotas de agua,
Emborrachar una copa de agua!
Retorciendo en el polvo la broza seca.
Sin agua, sin vista, sin gente, sin fin.
Sin nube, sin viento, sin sonido.
La broza torcida, y los heusos de camellos,
Sí, mi corazón y profundamente palpitante pulsos.
El sol todavía siguiendo alzando,
Nuestras espías en las arenas pereciendo.
Ni disparo, ni sonido. La Muerte. El Silencio.
Médanos y médanos, uno después de otro.
Lentemente las sillas apretadamente chirriando.
Creciendo infinito los muros del cielo.
Caballos y armas, calientes como carbones.
Codos flojos, calor sofocante.
En labios secos las palabras mueren.
Sin bestia, sin pájaro, sin ombra, sin sonido.
El sol todavía siguiendo alzando,
Muy poco aliento, aterrizando.
Sobre la senda, serpiente arrastrando.
Cascos pasando, pasando cascos.
La terra hundida, bruñida, enormamente cresca,
La terra alzando, eternamente tumbada.
De verdad, todo poder humano
hundirse, sin gente la arena vence,
Siglos y siglos son ondulados
El desierto gris, un mar de médanos?
El sol todavía siguiendo alzando,
Por la Muerte el Tiempo parado.
La gente callen, los caballos errantes.
Enviamos ayuda para nuestros heroes amigos,
Nuestros dientes secos severamente apretados,
Al norte, al frio Chuli lejos.
Estaban dos hombres, permanciendo boquiabiertos,
Sus ojos al cielo y vidriosos.
Las ondas siguiendo creciendo sobre ellos
Sin orilla, frontera, sin fin, sin límite.
El sol todavía siguiendo alzando.
Espadas nuestras hermanos tumbas excavando.
Adios! La corta descarga escuchando.
Tres veces alzando las armas bocas,
Nuestro comandante sobre las ramas de la broza
Ató en nudos el calicó carmesí.
Quitamos silla y arnés de los cabellos muertos,
Mas caliente que una arma, no en terra humida,
Tumbados honrados los soldados desiertos.
Durante tres horas escuchamos:
Arrastrando y disparando a todos
Delirantes del calor, todavia al frente,
Al fin del mundo.
Las petacas nos dan nueva vida,
Del sol, sobre la tienda de campaña,
Lejos, el maldito calor teniendo.
Persiguiendo los enemigos...saliva no bastante,
El sol todavía siguiendo alzando.
De repente, una águila del mar -- nadando!
Girando, girando
Todavía bajando
Sobre cavernas rojas y ondulosos médanos
Todos más despacio con su vuelo pesado.
Nos leventamos, mirando con ojos secos
El agreste guarido del desierto negro.
Semejante a un horno gran abierto.
En un hueco arenoso,
Para el viento lavado,
Como hierba marrón cortada, echados,
Tumbados, torcidos, los cuerpos de los banditos.
Luz sobre el desierto era malísimo cortante.
La muerte la gusta, solamente,
Ella tomó la venganza
para nuestros camaradas
Pero no lo damos,
Asesino silencioso.
Desierto! Desierto!
Maldito sea tu hordas de rayos ardientes!
El nuestro poder contra la fuerza del desierto.
Los soldados callados rodeando,
El sol todavía siguiendo alzando...
Era joven.
Hace mucho tiempo.
Había acabado por el curso del canal mi historia
Esa tarde oí muchas historias.
La brigada de topógrafos pasó la noche,
En el punto donde el agua chispeó.
1952
traducido por Jerome Raymond Kraus (2008)
© Copyright Jerome Raymond Kraus (2008)
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